miércoles, 7 de mayo de 2014

Tutelas permanentes

El autor hace una pequeña crítica acerca del ser humano, y su necesidad de que estén todo el día encima suyo. La gente es así, no quiere tener la responsabilidad de si mismo.
Es normal escuchar a jóvenes vaticinar a los cuatro vientos que se van de casa, o tienen la intención de hacerlo en un futuro cercano, para ser independiente. Pero nadie es total y completamente independiente. Siempre dependemos de alguien para cualquier cosa, por pequeña y nimia que sea, aunque existen casos extremos de irresponsabilidad que echan para atrás. ¿De verdad queremos tomar las responsabilidades de nuestros actos? ¿O únicamente lo decimos para quedar bien delante de la gente? A nadie le gustaría asumir las consecuencias de sus actos; si podemos hacer que otro pague el pato, mejor que mejor, ¿no?
No nos gusta complicarnos la vida, y cuando aparece un problema, intentamos escapar, huir de él y "escurrir el bulto", y a otra cosa. Si de verdad queremos hacer el bien como personas, esta actitud es totalmente inadmisible.
Debemos hacernos responsables de nosotros mismos, y apechugar con las decisiones que tomamos, pero antes que eso, más noble es pensar y recapacitar en las consecuencias de lo que estamos a punto de hacer, si es bueno o malo, o nos va a acarrear desgracias a posteriori. Ortega lo decía bien claramente, se necesitan más Hombres Héroe que sepan tomar decisiones y afrontarlas con sabiduría.

martes, 6 de mayo de 2014

Hoteles ahuyentadores

El autor relata alguna de sus vivencias en hoteles sumamente extraños y vanguardistas. No sabía que la modernidad estaba relacionada con la incomodidad.
Está claro que renovarse y crear cosas nuevas o diferentes formas de ver otras ya creadas con anterioridad es bueno para no quedarse anclados en el pasado, pero eso no significa que haya que crear cosas realmente estúpidas. No solo para hoteles, sino también la famosa y "maravillosa" teletienda. La cadena de televisión donde puedes comprar los objetos más raros e inservibles que puedas imaginar. "Si quieres un rascador de espalda automático, no dudes en llamar al 555-555-555". Evidentemente, no tengo ninguna necesidad en comprar un utensilio que hace lo que yo con mis propias manos.
Habrá gente que le fascinen estos inventos o "mejoras", pero a mí no. Si hay que inventar algo, mi opinión es que se haga algo útil, algo que a nivel global pueda hacer la vida de las personas mejor de manera significativa, pero que además no choque demasiado con nuestro día a día ni con nuestra manera de hacer las cosas; en definitiva, no crear algo incómodo.
Grandes inventos son los que marcan la diferencia. Pueden ser recordados por haber inventado una vertiente del teléfono, y quedar así grabado en los anales de la historia, o puedes inventar el rascador, y vagar en el olvido de los trastos viejos e inútiles.

lunes, 5 de mayo de 2014

Dar caña

Dar caña, como dice el autor del texto, se refiere a la capacidad de algunas personas de encararse y ensañarse con una persona (normalmente de manera anónima) y atacarle verbalmente. Lo que yo no entiendo es la necesidad de tal actitud.
Si que puedo llegar a comprender su significado cuando, de manera formal, no parece darse cuenta de nuestra queja, pero esa queja debe presentarse por algo importante. Muchos se quejan y les atacan en ocasiones sin razón, sin ningún motivo que diga "estás haciendo esto mal, es mejor que lo cambies". Muchos van a hacer daño sin importar las consecuencias, pero todo de manera anónima, para que luego no tomen represalias contra ti. Muy digno todo este procedimiento.
Y en cualquier caso, existen muchas maneras de quejarse a alguien por su comportamiento o acciones. Llámenme blando, pero no le veo atractivo dejar mal a una persona para mi disfrute personal, si quiero quejarme, lo hago de manera ordenada y formal para que pueda responderme.
¿Es esta la manera de actuar ante alguien? ¿No hay nada mejor en tu agenda que meterte con alguien? Estoy seguro de que sí, pero no quieren verlo. La vida es demasiado corta como para estar enfadado.

Una comicidad irresistible

El autor pone de manifiesto su opinión acerca de estas bromas inofensivas que se ven traducidas en algo mucho más serio de lo que en  realidad debería.
Todas estas bromas que suelen hacer algunos famosos (si, los famosos, porque nos importa demasiado lo que dicen) en algún momento en el que no se encuentran en plenas facultades o que, simplemente, no querían haberlo dicho no deben tomarse nunca en serio, porque, de todas formas, el humor negro, la ironía, y el sarcasmo, cargados de malicia inocua son derecho de cada uno a ser expresados, y si ofende a alguien es que no le gusta mucho reírse a gusto. Y, para mí lo más importante, hay que saber reírse de uno mismo. Que no te afecten los comentarios irrisorios que puedan decir de ti, simplemente para pasar un buen rato contigo (si es a costa de ti, mal vamos), porque sino, los que te rodean tendrán que andar con pies de plomo y no es plato de buen gusto para nadie.
Pero tampoco hay que pasarse y vivir haciendo comentarios hirientes, porque tampoco te augura un futuro con amigos. Estás en tu completo derecho a decir ese tipo de cosas, pero los demás también están en su más que racional derecho de alejarse de ti. Hay que saber convivir con las personas, pero también sobrellevar con gracia los defectos de cada uno y no sentirse infeliz por ellos.

De librerías

En el texto, la autora pone de manifiesto su opinión sobre los libreros, y sobre los libros en general. Y puede ser que esa relación cliente-librero sea bonita si se ha tenido de siempre. Pero si no tienes una librería fija y vas a la que te pille abierta, pues la verdad es que es en estos momentos en los que te da igual ir o quedarte en casa y comprarlo por internet (o no comprártelo y te lo descargas, aunque hay serias disputas y pillajes hacia los que lo hacen).
Muchos critican esas relaciones inhumanas, ya sean de compra o sociales. Yo, personalmente, no estaría todo el día delante del ordenador porque, a diferencia de la razón por la que la gente lo hace, es cansado para tu cuerpo, tu vista y tu organismo. Pero sí que es gratamente beneficioso en esos días en los que, por diversas razones, no te apetece en demasía salir a la calle. Pues coges el ordenador, compras lo que quieras, hablas con tus amigos, te ves una película (anteriormente pagada), y sin salir de casa. ¡Ya habrá tiempo luego de salir y respirar aire fresco! Por el momento, la relación ordenador-cliente es más que aceptable.
Si tienes una larga tradición con tu librero, es mucho más especial que duda cabe el comprar las cosas teniendo que andar cuatro pasos y entablando una conversación con el susodicho. Y el descuento que te puede proporcionar puede ser mayor que el de Amazon.
En definitiva, no puede compararse una relación estrecha con una persona con la frialdad de un ordenador, pero mientras llueva fuera...

El estigma

El problema del que habla el autor es ni más ni menos que la tolerancia y la ignorancia. En la época del VIH, con gente muriendo a velocidades inimaginables, estar contagiado significaba lo peor. Y entre lo peor se encontraba el rechazo. El rechazo de todo el mundo. No porque no se supieran las maneras de contagiarse, sino por el simple miedo que puede provocar un "por si acaso no me acerco". ¡Conoces las vías de infección! ¿Cómo que por si acaso? Eso es un claro ejemplo del miedo humano a lo desconocido, incluso a lo descubierto recientemente.
Otro ejemplo de ignorancia clínica fue el extraño caso y epidemia de la gripe A. Nadie supo de dónde había salido, ni porqué. Sólo se sabía que era extremadamente peligroso y había que estar vacunado lo más rápido posible. La gente enloqueció, aparecía en todos los telediarios, y no se hablaba de otra cosa. A los pocos meses (no sé si llegó a durar un año) se fue tal como vino. ¿Qué había ocurrido? Nadie lo sabe, excepto las farmacéuticas, que ganaron grandes cantidades de dinero gracias a vacunas, mascarillas, etc. (sospechoso...) Yo ni siquiera me vacuné y no la contraje. Muy peligrosa no podía ser.
Antes de hablar y preocuparse por algo inocuo, primero deberíamos informarnos debidamente del tema y entonces darnos cuenta de que no existe ningún problema... o que el problema es mayor de lo que se esperaba.

El gordo ese

La violencia verbal a la que es sometido el autor del texto en internet es cada vez mayor para muchos chicos que sufren lo denominado "cyber-bullying".
Los chavales, mayores de 10 años, pueden hacer un daño terrible y crear a la persona que insultan unos traumas, que en ocasiones llevan al suicidio. Son casos muy extremos, pero es que ellos, al meterse con alguien, no saben la repercusión que puede tener en según quién. Y poca gente es consciente del dolor que se puede causar en una red social.
No voy a criticar estos maravillosos utensilios que nos permiten comunicarnos con quien queramos, sino aclarar los peligros que pueden acarrear, ya que, para mí, es un arma de doble filo si no se utiliza como es debido. Muchos adultos no están encima de sus hijos lo suficiente como para saber qué pueden estar haciendo, y creen que no pasará nada porque estén un rato. Pero es que se puede hacer CUALQUIER cosa que se les ocurra. Pueden estar metiéndose con alguien sin tú enterarte, y no creo que te haga mucha gracia el ordenador cuando te llama un abogado diciendo que los padres del niño os esperan con una denuncia o en los tribunales.
Y créame, no es muy gracioso.